El mayor desarrollo económico de una sociedad empieza por la salud. Una persona sana es creativa, solidaria, generosa, y la prosperidad es el caldo de cultivo en el que desarrolla su vida. Cuando una persona no está alegre, algo funciona mal. Para estar alegre tiene que estar sana. Salud es la integridad física, psíquica, espiritual, social, económica y lúdica. Y la consecuencia inmediata de quien la experimenta y vivencia es que se siente feliz y se divierte. Si ésta es la descripción de cada una de las personas que habita una cuadra, un pueblo, una ciudad, un país, la economía cambia de paradigmas y pasa a depender de la cocina. Para alinearnos en este sentido holístico de la vida, hay que cultivar la paciencia, la esperanza, la sabiduría y la alegría, y permitir que se vuelva a manifestar nuestro instinto perdido. Aquel que nos permite identificar al otro como un ángel que viene ha allanarnos el camino para desarrollar nuestra pureza y basar nuestra existencia en servir a Dios. Teniendo el conocimiento necesario para mantener relaciones armoniosas y amorosas. Esto nos garantiza un cambio sin dolor. Lo único importante es cambiar la manera de vivir, y sobre todo de pensar, aunque sea muy poco a poco. Recobrar la serenidad y la fe, y procurar ser feliz día tras día. Por ello, es de suma importancia ir lenta y progresivamente en la reforma, sin que esto implique un estancamiento. Cuando se emprenda una modificación, por modesta que sea, tienen que ser ante todo comprendida y aceptada a la perfección. Solo así se consiguen resultados alentadores, estables y rápidos. En este camino nuestra herencia cultural ha forjado en la mente barreras imposibles de eliminar repentinamente. Es fundamental tener muy en cuenta el factor tiempo, para comprender la facultad de adaptación de cada uno. Varios meses, varios años (quizás varias vidas) son necesarios para conseguir la anulación de la memoria negativa de nuestras células. En búsqueda de nuestra superación, una alimentación o un modo de vida basado en el miedo son peligrosos. El verdadero cambio se basa en dejar de vivir soportando malestares para disfrutar el bienestar de la vida. Para lograrlo, necesitamos aire, sol, agua, alimentos, movimiento y contacto divino. Imaginemos si todas las personas hicieran ejercicios de respiración, movilización y meditación, y consideraran que es tan importante su nutrición física como la espiritual, cultural y lúdica. Gracias al universo, muchísimas personas en este momento se encuentran en ese camino, esa búsqueda. Y van despertando su curiosidad, su sed de conocimiento, conscientes de que una reestructuración en su vida cotidiana les traerá salud, alegría y libertad. Aprender a organizarse y destinar a uno mismo momentos de placer, reflexión, ejercicio, a lo largo del día, es el primer paso. Porque servir el orden, en todos sus aspectos, es divino. La propuesta consiste en desarrollar seminarios, cursos, charlas, terapias, que se adapten a las necesidades y ritmos individuales y colectivos.
Solo el amor cultiva al amor, y el movimiento llama al movimiento.
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